La propuesta, enmarcada en el trabajo-proyecto final de la asignatura, se basó en diseñar una instalación para llevar a cabo en cualquiera de los espacios de nuestro centro. La premisa era que esa instalación debería tratar de algún problema o asunto relacionado con la vivencia del espacio educativo, es decir, que deberíamos reflexionar, a través del arte, sobre el sentido, las experiencias, la memoria, los usos o los significados que estos espacios tenían para nosotros o para cualquiera de las personas que los usaban. Partimos del estudio de artistas contemporáneos que trabajan la instalación para después generar propuestas personales aplicadas a nuestro contexto.
Creo que la instalación puede ser un excelente medio para pensar de forma crítica y creativa sobre el significado de los espacios escolares y también un medio para actuar sobre ellos y transformarlos.
Las diferentes propuestas recogieron diversos enfoques, algunos más críticos, otros más participativos, más sensoriales o más intimistas que paso detallar:
El trabajo de Sergio Álvarez, Maribel Martín, Carlos y Alberto Santa-Daría, consistió en plasmar visualmente las emociones que distintos lugares como el aula habitual, la cafetería, la biblioteca, la entrada, generaban en los estudiantes. Crearon un pequeño cuestionario basado en cinco emociones: alegría, tristeza, aburrimiento, sopresa y enfado y preguntaron a sus compañeros. Para la representación visual de las emociones utilizaron un recurso simbólico como el emoticón y pegatinas para adherirlos al suelo. El número de respuestas dadas por los alumnos se trasladó proporcionalmente al tamaño de cada símbolo y éstos se situaron en el suelo de las entradas a estos espacios.
La propuesta de Gloria Madrigal, Estefanía Martín, Mª José Machuca, Gema García y Victoria Luque consistió en preguntar a los estudiantes de la Escuela por un recuerdo especial asociado a los espacios del centro. Cada respuesta se escribió en una tira de papel, tiras que fueron introducidas en globos de helio. El conjunto de los globos, cada uno de ellos con una experiencia o recuerdo en su interior se situó en un pasillo, a diferente altura, creando un espacio lúdico y una metáfora de la memoria compartida al mismo tiempo. Simultáneamente se presentaron escritas todas las ideas plasmadas en uno de los paneles informativos.
Álvaro Roche, Marta Gil, Juan Manuel Obispo y Alba Navarro, propusieron una reflexión sobre la profesión docente centrándose en el espacio del aula como lugar en el que se piensa sobre el significado de la misma y en el que se transmiten valores, ideas, roles y métodos. Su instalación consistió en una mezcla de sonido e imagen. Mientras por los altavoces del aula sonaba el sonido real de un patio escolar de primaria durante un recreo, sobre la mesa del profesor se proyectaban frases alusivas a la educación de distinto tipo, algunas provocadoras otras con una intención más de despertar la actitud crítica, pero destinadas a generar la reflexión en el espectador. El contraste entre el sonido del patio, el aula y los textos, resultaba bastante inspirador.
Susana Castro, Ana I. Mercado, Carmen Mora y Rosa Delfín propusieron una reflexión sobre el ámbito de lo privado y lo público y sus interacciones en el espacio cotidiano. Para ello introdujeron una cama real, una mesilla de noche y una serie de objetos personales en uno de los pasillos. Los objetos hacían referencia a aspectos de la vida del estudiante, mientras que se enlazaba la idea del sueño con las diferentes significados de esta palabra en relación al futuro y sus incertidumbre laborales o a las ilusiones puestas en los estudios.
Silvia Luque, Alexandra Mesa y Roberto Ramos eligieron los pasillos como metáforas de la interacción entre los estudiantes. Mediante un lenguaje de flechas de colores, combinadas con huellas, se trató de plasmar los itinerarios y recorridos en las aulas y el pasillo del claustro central para, de forma simbólica, dejar constancia del paso del tiempo y de esa susperposición de relatos que son las experiencias de todos los que han pasado por estos lugares.
Laura Cristóbal y Cristina Lorenzana plasmaron simbólicamente, usando fotos personales, la transición que suponía el proceso de cambio de estudiante a profesor, representado metafóricamente por el uso de dos sillas, una de aula de infantil y otra una silla de la mesa del profesor de nuestro centro, en ese recorrido las fotos con elementos significativos de esa vida estudiantil eran enlazadas mediante hilos entre los dos extremos.
Finalmente, Alba de Miguel, Silvana Jado, Paula Pérez de Eulate y Marta Sánchez, propusieron una experiencia sensorial diferente de un espacio como la escalera de subida al primer piso. Las hojas con las que cubrieron los peldaños, además de proporcinar una experiencia muy diferente de un lugar habitual, se referían simbólicamente a la metamorfosis que supone para los estudiantes estos años de formación, uniendo así el objeto escalera con su valor metafórico a esta idea plasmada por las hojas
Se recogieron por escrito las impresiones del público sobre cada una de las obras, que en general fueron muy satisfactorias y que nos sirvieron como una herramienta importante para la evaluación y valoración posterior de la experiencia. El público destacó la transformación creativa, sensorial o lúdica del espacio habitual, la idea de usarlo como elemento educativo, la posibilidad de dar cabida a los sentimientos, a la crítica, a los recuerdos o las ideas de los estudiantes por medio del arte, etc.